En América Latina, usualmente se asocia la palabra “té” con una bebida que se ingiere cuando se está enfermo. A veces cuando se menciona la palabra “té”, las personas rápido dicen “a mí me gusta el té de menta o el té de manzanilla”. Para su desilusión, tengo que decirle que eso no es té. El término té muchas veces está incorrectamente utilizado. Eso que mi abuela y probablemente su abuela llamaba té, no es té. Pero ¿qué es el té?
El té es la infusión de las hojas y brotes del árbol Camellia Sinensis. El té blanco, verde, oolong y negro proceden de dicho árbol, diferenciados por el método de procesamiento. Dado a la etimología de la palabra solo es correcto llamar té a la infusión del árbol Camellia Sinensis. Esos otros que no proceden del árbol Camellia Sinensis son infusiones. La infusión es una bebida obtenida de las hojas, flores, frutos, o hierbas, que se introducen en agua caliente. Hay muchas bebidas a las cuales es correcto llamarlas tisanas o infusiones de hierbas, como la de manzanilla, menta, boldo, tilo, las frutas deshidratadas, y esas otras que hacían nuestras abuelas. Estas infusiones están libres de cafeína a diferencia del té que contiene teína-cafeína. Por lo que todo té es una infusión, pero no toda infusión es té.
No sé de dónde exactamente viene el error de llamar té a toda infusión. Entiendo que debe ser un error parecido, por ejemplo, en el Caribe se le dice “china” a la naranja dulce. Naranja se asocia con la naranja amarga que trajo Marco Polo de la India. Se dice que se le llama china porque en las cajas en que venía decía “China”. En fin las dos son distintas variedades de naranja que por error se les llaman china. En este caso a distintas variedades de infusión por error se les llaman té. Vivir en país con una cultura cafetalera marcada, no te exime de llamar al té por su nombre correcto.
El otro día una persona me dijo “alguien me comentó que el té sabe malo”. No sé si esa persona tomo té u otra infusión debido a la tergiversación del término. Pero yo pacientemente le conteste “lo que sucede es que probablemente esa persona tomo un té de muy mala calidad”. Probablemente no era té, y si era té, era uno de baja calidad sumado a que se puedo haber preparado de forma incorrecta. La forma en que se procesa el té va a determinar su calidad. Por ejemplo un té, al igual que un vino con sabor poco agradable al paladar, casi siempre es de muy baja calidad, amargos y astringentes.
El té mundialmente está tomando mucho auge, más que por moda, por su gusto y por sus propiedades. Hace catorce años aprendí a tomar el té para integrarme a otras culturas. Realizando un internado en Paris, recuerdo a todos mis compañeros tomando el té de la tarde mientras se desarrollaban conversaciones inteligentes. Gracias a la Duquesa de Bedford que comenzó la tradición del “Afternoon Tea”. Un invento que sentó tan bien a la duquesa inglesa, que empezó a reunir a sus amigos alrededor del té de la tarde, donde servía la bebida acompañada de pasteles y emparedados, a principios del siglo XIX.
A las 5’ de la tarde no faltan mis tazas de té acompañadas con un tentempié, momento que me sirve para reflexionar. También sirve para calmar el hambre y no hacer que el metabolismo se ponga más lento al pasar tanto tiempo entre comidas. Más allá de las cientos de propiedades del té, entiendo que esta bebida permite tener un momento de tranquilidad, de buena conversación y de infinitud de posibilidades. La tecnología nos ha distanciado de buenas conversaciones, es común ir a un restaurante y ver personas en una mesa en espera de su pedido, adentrados en sus teléfonos, distanciados de su entorno. El té de esta manera puede llegar a ser más que una simple infusión, rescatar y restablecer esas conversaciones y momentos.